David Villa es el mejor delantero de la historia de la selección. Y no lo es solo por su cifra goleadora, 59 goles en 97 partidos, sino también porque su juego se integró perfectamente en el estilo que nos sacó del montón para convertirnos durante ocho años en el equipo que mejor jugaba del mundo. Su capacidad asociativa y su instinto goleador le convirtieron en el jugador ideal para abanderar el ataque de un equipo lleno de maravillosos centrocampistas.
Desde que se fue Villa no hemos encontrado un sustituto con sus características. Primero porque Del Bosque se empeñó, siempre con buenas intenciones, en Diego Costa. Integrar al brasileño nacionalizado, un jugador eminentemente físico que necesita grandes espacios, en el juego miniaturista de España ha sido imposible. Costa no pegaba y, a pesar de que últimamente ha marcado algunos goles, ya veremos hasta donde llega su papel. Por ese puesto han ido pasando otros delanteros que tampoco han terminado de hacerse fijos: Paco Alcácer, entraba y salía sin tino; Aduriz, con apariciones esporádicas; Morata, el que más ha jugado sin regularidad goleadora; Aspas, apenas un recién llegado. Nadie ha conseguido hacerse con los galones que tenía el asturiano.
Con esa realidad en la balanza, parece normal que Lopetegui quiera darle una oportunidad a Villa. Puede haber dudas sobre su capacidad física a los 36 años, porque a pesar de los muchos goles que está marcando en EEUU se trata de una competición menos exigente que cualquier liga europea. Pero el instinto y la calidad lo mantiene, y eso es mucho. Además, tratándose de un jugador de su trayectoria, puede aportar conocimiento y experiencia a los compañeros más jóvenes, que en algunos momentos han pecado de bisoñez.
En definitiva, el regreso del 7 de la roja me parece una buena decisión. Estábamos obligados a probar y darle una oportunidad. El tiempo dirá si ha sido una idea tan fructífera como esperamos.