José Rojo Martín, más conocido en el mundo del fútbol como Pacheta, jugó siete temporadas en Primera División en las filas del Espanyol a mediados de los noventa. Previamente había sido profesor de carpintería durante dos años antes de jugársela por el fútbol. Ahora es el entrenador del Ratchaburi de Tailandia, donde ha encontrado su lugar profesional después un trío de experiencias complicadas en los banquillos españoles y tras conocer el éxito como director deportivo del último Numancia que subió a LaLiga. Pacheta ha atendido a Digital Football Community para hablar de fútbol, de la vida, y sobre qué lleva a una persona de 48 años con mujer y dos hijos a irse a entrenar a Tailandia. “La pasión por entrenar, lo duro que fue verme diez meses en el paro, el potencial del fútbol en Asia…”.
“La soledad es muy jodida”
En 2016 a Pacheta le llegó la oportunidad de irse al Ratchaburi a dirigir. “Kero, un exjugador del Numancia que estaba allí, me dijo que estaban buscando un entrenador, nos pusimos en contacto y llegamos un acuerdo”, explica el burgalés. Lo que se abría ante él era la oportunidad de volver a sentirse profesional, unas condiciones económicas mejores y más estables que en España y la posibilidad de adentrarse en el mercado que más está creciendo en el mundo a nivel futbolístico. El peaje, dejarlo todo. “A mis 48 años he aprendido lo que es la soledad. Los primeros meses la verdad es que fueron muy jodidos porque es algo a lo que no estás acostumbrado. No sabes dónde ir a cenar, dónde integrarse de alguna manera fuera del trabajo…”.
La recompensa al no rendirse llegó pronto. Un buen final de temporada les puso con opciones de terminar entre los tres primeros y en las semifinales de la Copa, pero la muerte del Rey de Tailandia hizo suspender todas las actividades. “Después de esa primera etapa jodida, han venido los mejores seis meses de mi vida como entrenador. Soy feliz, me siento respetado y he crecido mucho profesionalmente. Soy mejor técnico porque me he adaptado a una cultura y un fútbol muy diferente y he sido capaz de ganar en él”.
Potencial económico y pasión creciente
Con los jugadores también hay un proceso de aclimatación. “Desde las costumbres hasta su conocimiento del juego, todo es diferente. Pero enseguida ves que son deportistas con potencial. Eso sí, cosas que en España puedes dar por sentadas, aquí no”, apunta. La catarsis futbolística que experimenta Tailandia va desde lo organizativo a lo cultural. “La pasión está creciendo mucho y cada vez ves a más niños jugando en la calle. Es complicado porque aquí hace cuarenta grados, pero se ve que cada vez les gusta más”.
Pacheta, que aprendió jugando con hermanos siete o diez años mayores, pertenece a una generación que mamó el fútbol callejero y lo fundió con la vanguardia formativa que presenta España. Conoce la ‘fórmula’ para producir jugadores. “Tiene que haber esas ganas de la gente de jugar mezclada con un buen nivel de fútbol base en las escuelas. En ese aspecto se nota que llevan tiempo trabajando en la dirección correcta. Ves que futbolistas de dieciocho o veinte años tienen unos fundamentos y una sensibilidad para el juego mayor que los de treinta”.
Esta intención de llevar el fútbol tailandés a un nivel superior multiplica las oportunidades para profesionales españoles como Pacheta. Julián Marín fue nombrado hace pocos meses seleccionador Sub’21 y varios futbolistas están en la Primera División. “Es un mercado muy interesante y la marca España está muy valorada. Los sueldos son buenos y son muy serios en ese aspecto: el día que cobras de cada mes, cobras”.
La vida del exfutbolista
Después de un rato de agradable charla con Pacheta, nos adentramos en un estrato poco conocido de la vida del futbolista. Qué pasa cuando se acaba. “La gente no se puede hacer una idea de lo que cuesta. Psicológicamente es muy duro que lo que has hecho toda tu vida, tu pasión, se termine de un día para otro. Tienes treinta años y te quedan otros treinta de vida laboral y cincuenta para vivir. Ahí en ese momento da igual que hayas ganado mucho o poco, lo pasas mal”.
Las intenciones de Pacheta para ese después estaban fuera del fútbol. “Quería dedicarme al masaje deportivo, algo más relajado que este mundillo”. Pero casi siempre, los planes van por un lado y la vida por otro. “El Numancia me ofreció ser adjunto a la dirección deportiva y lo probé y me enseñó cómo funciona un club. Después salí del fútbol y estuve un año en la empresa Puertas Norma de la mano de Jaime Ribas, y ya volví como Director Deportivo”. Tres años y un ascenso con el tercer menor presupuesto de Segunda más tarde cayó “por accidente” en el banquillo numantino. “Y ahí me di cuenta de que tenía más pasión por entrenar que por los despachos”. La misma pasión que le permitió sobrevivir a los caóticos Cartagena, Hércules y Oviedo, a semestres sin cobrar, a casi un año en el paro y que le llevó a Tailandia en 2016 dejando todo atrás. Y a ser feliz.
Buen tío y espero q triunfe , se lo merece .