El ligamento cruzado anterior (LCA) tiene la función de sostener y estabilizar la rodilla y su rotura es una de la lesión más problemática y de las frecuentes en el fútbol. Se han realizado estudios de investigación en los últimos años que han demostrado que las mujeres tienen una mayor propensión a sufrir lesiones del LCA frente a los jugadores de equipos masculinos, lo que demuestra la importancia de encontrar estrategias que puedan reducirla.
Este tema preocupa no solamente a las futbolistas que se ven obligadas a interrumpir las rutinas de entrenamiento y competición, también preocupa a los entrenadores que ven reducidas sus plantillas dificultando así el logro de los objetivos de todo el equipo. Un problema añadido en el de por sí complejo mundo del fútbol femenino.
¿Por qué afecta más a mujeres?
Influyen varios factores físicos que pueden ayudar a entender el desequilibrio que provoca la inestabilidad de la rodilla, la sobrecarga del ligamento, y como consecuencia la lesión.
La alineación ósea de la pierna es un factor determinante. El ángulo que forman el fémur y la tibia se llama valgo fisiológico. Es mayor en las mujeres debido a que las caderas son más anchas y el fémur tiene una posición diagonal de fuera hacia dentro. Esta disposición ósea hace que la articulación de la rodilla femenina sea menos estable y que el LCA se vea obligado a soportar una sobrecarga.
Otro factor a tener en cuenta es la diferencia en la producción de determinadas hormonas que comienza durante la pubertad, momento en que los adolescentes varones segregan gran cantidad de testosterona, lo que provoca un aumento de la masa muscular necesario para poder soportar el aumento de peso y de altura que conlleva esta etapa. Las adolescentes producen pequeñas cantidades de testosterona lo que se traduce en un menor desarrollo de la musculatura general y en concreto de las piernas.
Se ha observado además que las hormonas producidas durante la menstruación permiten mayor elongación y laxitud a los ligamentos, tendones y músculos. La articulación de la rodilla en consecuencia se encuentra con una menor sujeción y protección lo que aumenta claramente el riesgo de lesionar el LCA.
¿Cómo reducir el riesgo de lesión?
La clave está en elaborar programas de prevención y planes de entrenamiento específicos cuyo objetivo principal sea fortalecer y potenciar la musculatura de la pierna para proporcionar la protección adecuada de la rodilla. Un buen tono muscular es esencial a la hora de proteger y estabilizar la rodilla. Cuanto mayor y más equilibrada sea la masa muscular de la pierna menor será el riesgo de sufrir lesiones del LCA.
También es importante elaborar programas específicos para mejorar la propiocepción, que es la capacidad inconsciente que tiene nuestro cuerpo para percibir los movimientos y la posición del cuerpo, independiente de la visión. Trabajando la propiocepción evitaremos los movimientos que pueden desencadenar la temida lesión. Es recomendable además realizar revisiones ginecológicas periódicas para evitar desequilibrios hormonales que favorezcan la formación de lesiones.
La prevención es la mejor opción
Tras analizar los mecanismos que favorecen la lesión del LCA se puede concluir que aunque no es posible evitar por completo su aparición, sí se pueden reducir considerablemente las probabilidades de sufrirla mediante la elaboración de programas de entrenamiento dirigidos a potenciar la musculatura y la capacidad de propiocepción.