Casi 800 partidos. Más de 300 goles y 100 asistencias. Un Scudetto. Dos Copas. Y otras dos Supercopas. No hay dato ni cifra que abarque la dimensión de Francesco Totti, el eterno Capitano de la Roma que en 2017 pone fin a su carrera en el club de su vida. Su instinto, calidad, visión y gol le convierten en uno de los mejores jugadores italianos de la historia. Su fidelidad a la Roma en un símbolo eterno.”Roma es mi familia, mis amigos, la gente que quiero. Roma es el mar, las montañas, los monumentos. Roma es, por supuesto, los Romanos. Roma es amarillo y rojo. Roma, para mi, es el mundo”, escribió Totti en The Players Tribune.
Un diez irrepetible
En el imaginario colectivo, el fútbol italiano se asocia con la fuerza, la competitividad, el flirteo con la especulación y la querencia por el juego extremadamente defensivo. Como todos los tópicos o narrativas de la cultura popular, muchas veces el cliché opaca cualquier análisis más en profundidad. Il capitano engloba las mejores virtudes que se le atribuyen al calcio y añade otras reservadas a los elegidos. Su calidad, finura, sentido orgánico del juego, golpeo de balón y planta le convierten en un futbolista tan estético como práctico. “Cuando era joven y veía los partidos de la liga italiana deseaba parecerme a él”, dijo Javier Pastore, mediapunta del PSG.
Una de las mejores definiciones de Totti la hizo Arsene Wenger. “Es tan bueno, que una vez se quedaron sin delanteros, le pusieron a él y fue el máximo goleador de la Serie A”, resumía el entrenador del Arsenal refiriéndose a la temporada 2006-07, cuando fue capocannoniere con 26 goles. “Lo tiene todo. Sabe proteger el balón, se gira rápido y tiene último pase en el tercio final del campo. Te puede matar con un pase. Es el que mejor domina eso en el fútbol. Puede abrir una defensa bien plantada con una asistencia si te descuidas solo un momento”.
La tentación vive en Madrid
En esta bella historia entre Totti y la Roma hubo, con en todo cuento de amor que se precie, una tercera persona. Ella, o él, en este caso, se llamaba Real Madrid. “Hubo un momento hace doce años en el que pensé cambiar la Roma por el Real Madrid”, confesó Il Capitano. En verano de 2003, en plena época de Los Galácticos, Totti era uno de los futbolistas más deseados por Florentino Pérez, que tres años antes había implantando su modelo deportivo-económico de ‘Zidanes y Pavones’.
“Echaron el resto para ficharme”, explicó Totti tiempo después. “Es el único club del mundo por el que hubiera dicho, con mucha tristeza, adiós a la Roma”. Lo que le ofrecía el club blanco al genio italiano era un paquete con todas las ventajas: formar parte de una de las reuniones de estrellas más legendarias de la historia del juego, ser candidato a ganar la Champions y mejorar su sueldo. “Me lo pensé muchísimo, pero mi mujer, mi familia y mis amigos me hicieron darme cuenta de que tenía que quedarme aquí”. Ni el gran Totti puede evitar de vez en cuando la tentación de fantasear con lo que pudo haber sido y no fue. ¿Y si me hubiera ido con ella?
“Tendría tres Champions y dos Balones de Oro”, dijo en France Football. Para alimentar la leyenda de este amor prohibido, el Bernabéu le regaló una ovación que solo brinda a un puñado de elegidos cuando intuyó (acertadamente) que la de marzo de 2016 era la última vez que iba a pisar ese césped. “Es una emoción enorme. Un recuerdo imborrable para mi. No haber ido al Madrid ha sido mi único arrepentimiento”.
“La jefa es mi madre”
“La primera oferta de mi vida la rechazó mi madre por mi”. La significación de Totti con la Roma se comprende mejor conociendo la ascendencia de su madre sobre el futbolista y los códigos de la mamma. “Cuando tenía trece años unos hombres llamaron a la puerta de casa. Pero no eran de la Roma. Vestían de negro y rojo (Milan). Mi madre dijo ‘no’ y me enseñó una lección muy importante a costa de dejar de ganar mucho dinero: tu hogar es lo más importante que hay en la vida”.
