Con un partido regular, sin pisar el acelerador, sin maravillas ni fuegos artificiales, el Madrid fue mejor que el Manchester de Mourinho y justo campeón. El equipo de Mou no tiene fútbol, pero es que ni siquiera mostró personalidad. Hubo un momento en la primer parte que el Madrid le pegó un baño tremendo, robando, tocando, moviendo la pelota y llegando a las inmediaciones del área británica con mucha facilidad. Los jugadores rojos iban con la lengua fuera detrás del balón y cuando lo recuperaban les duraba un segundo. El United estaba a merced de los centrocampistas blancos, porque estos son la bandera de este Real Madrid, que ha olvidado los tiempos de los tres delanteros y la BBC para ser un equipo que se basa en el control y la asociación. Modric, Casemiro, Kroos e Isco van juntándose y colocándose hasta encontrar la marcha que necesita el juego. Ahora más lento, ahora más rápido, ahora por aquí, ahora por allá, el caso es que el rival termina aburrido y sin olerla. El medio campo es la clave de este equipo, incluso tiene gol, ayer los dos, con gente fina que llega y define bien en el área rival. Es cierto que el Manchester acortó distancias y estuvo vivo en el marcador, pero dio la impresión que si el Madrid hubiera necesitado meter una marcha más habría matado el partido mucho antes del final.
El primer título de la temporada deja la impronta de esta nueva etapa blanca, la del juego de los centrocampistas que han jubilado la matrícula de la BBC y el 4-3-3. Es de suponer que va a ser imposible volver a lo de antes, a fiarlo todo a la pegada de los de arriba y poco más. Este fútbol de dominio, calidad y control tiene el beneplácito de los aficionados madridistas, que no solo disfrutan de los triunfos, sino también de ver que su equipo es el que mejor juega en Europa.
Ahora veremos cómo gestiona Zidane las dos plazas de delantero con Cristiano, Bale y Benzemá, porque no creo que se atreva a quitar un centrocampista, desequilibrar el equipo y tirar por la borda los últimos cinco meses de juego fantástico.
