Cuando el termómetro supera la barrera de los 30 grados se considera que nos enfrentamos a altas temperaturas. Entrenar o disputar un partido con estas condiciones meteorológicas puede ser nocivo para los futbolistas debido a que las altas temperaturas disminuyen su rendimiento, afectan a su preparación física y pueden perjudicar incluso su estado de salud.
Jugar al fútbol soportando más de 30 grados provoca un aumento de la temperatura corporal del futbolista ante la cual el cuerpo reacciona de manera rápida, aumentando el flujo sanguíneo en la superficie de la piel y produciendo grandes cantidades de sudor. El objetivo principal de esta hipersudoración es la necesaria disminución de la temperatura corporal del jugador, pero existe un riesgo evidente: la deshidratación.
Altas temperaturas y deshidratación corporal
La deshidratación se produce cuando disminuye la cantidad de líquido corporal y de sales minerales, necesarios para el correcto funcionamiento del cuerpo. El déficit de agua en la sangre tiene consecuencias claras en el organismo y en el rendimiento físico, aumentando la frecuencia cardiaca y la percepción del esfuerzo durante el ejercicio.
Uno de los primeros efectos negativos que percibe el jugador es la aparición de la fatiga muscular que se produce por el exceso de esfuerzo al que se ve sometida la musculatura. La fatiga muscular provoca una reducción del rendimiento del jugador que ve mermadas sus capacidades y puede desembocar en un estado de agotamiento general.
Si la deshidratación continúa puede producir en algunos casos una disminución de los niveles de sodio en el organismo del deportista. Este déficit recibe el nombre de hiponatremia y causa náuseas, mareos y desorientación.
Cuando la deshidratación se asevera existe peligro de sufrir un shock por calor produciendo calambres musculares, dolores de cabeza, mareos, dificultad para respirar y pérdida de conciencia.
Hidratación extra y prevención
Antes, durante y después del ejercicio se debe realizar un aporte extraordinario de líquidos a bajas temperaturas y es recomendable modificar la dieta aumentando el aporte de hidratos de carbono y de sales minerales. Es esencial que el jugador ingiera gran cantidad de líquido antes de enfrentarse al juego con unas temperaturas ambientales por encima de los 30 grados. Por ejemplo, un jugador que corra a 15 km por hora en temperaturas superiores a los 37 grados deberá producir cuatro litros de sudor por hora. En algunas competiciones oficiales incluso se permiten paradas marcadas por el árbitro durante los encuentros para hidratarse.
Un factor determinante para prevenir la deshidratación es la preparación física y la indumentaria del jugador. El entrenamiento ayuda a aumentar la producción de sangre en el cuerpo de manera que un futbolista profesional creará mayor volumen de sangre y por tanto sudará más y realizará una refrigeración más efectiva del organismo. La equipación debe ser adecuada para favorecer la sudoración.
Si no se adoptan las medidas oportunas, la deshidratación aumenta hasta producir un shock por calor. En estos casos la mejor opción es introducir al jugador en agua helada o directamente aplicar hielo en las ingles y axilas para disminuir su temperatura corporal y después realizar una hidratación lo más rápida posible.